19 marzo 2014

Ágata: la gata negra pava

Quiero inaugurar esta sección de historias gatunas contando cómo llegó Ágata a formar parte de mi familia. Ocurrió hace ya muchos años y todos sabemos que la gente es muy reacia a tener gatos negros, así que quiero contaros por qué la escogimos a ella de entre todos los demás.




Corría el año 1997, y un día fui con mi familia a buscar un gato, ¿por qué? la verdad es que no sé de dónde salió la idea de tener una mascota, antes de Ágata sólo habíamos tenido un gato arisco que nos quitó a todos las ganas de repetir (algún día os contaré su historia), así que sólo recuerdo ir a una tienda de animales a comprar un gato. Si, lo sé, hay que adoptar y nunca comprar, pero yo era sólo una niña y por aquel entonces no había tanta costumbre de adoptar animales.
Pero los próximos que vengan serán adoptados, lo tengo muy claro ;)

Pues eso, que entramos en una tienda de animales de Móstoles y había una jaula llena de gatos expuestos para vender. Mi hermana y yo nos lo pasamos pipa jugueteando con un montón de mininos que no paraban de exhibirse y trepar por la jaula, mostrando sus mejores dotes, excepto una, Ágata era un gato negro y grandón que se acurrucó asustada en una esquina.




Mi madre, en cuanto vió a ese gato negro tan quietecito dijo: "Quiero la negra". Mi hermana y yo no lo podíamos creer, "¿te gusta la pava que no hace nada?" le dijimos, y mi madre dijo que sí que quería esa gata negra porque ella no quiere más gatos ariscos, quería una mascota buena (y ¡qué buen ojo que tuvo mi madre!).

Así que la mujer de la tienda, nos sacó a Ágata, le compramos todo lo necesario y al salir de la tienda, me giré hacia atrás y... ¡estaban todos los gatitos pegados a la jaula y alucinando! Parecían decir, "¿después de haberos mostrado lo divertidos que somos os lleváis a la pava?".

Foto de Africa Puente Cristo
Pues sí, con esa cara nos miraban todos los felinos, después de haber enseñado todas sus dotes gatunas no se podían creer que nos lleváramos a la que no hacía nada, jajajajaja. Me hizo mucha gracia verlos, tengo esa imagen grabada en mi cabeza.

Y más buena que ha salido Ágata. Cuando la llevamos a casa estaba tan asustada que se escondió y no había manera de encontrarla.

Pero poco a poco se fue acostumbrando a su nueva casa y familia

Eso sí, mi madre tenía razón, ha salido buenísima, vaya que no es capaz ni de matar una mosca.
Aquí os dejo una foto rescatada del baúl de los recuerdos gatunos.

Ágata de pequeña con su muñeca.
¡Qué pequeñita se ve! :)
Así era cuando llegó a casa, un gatito de un par de meses que se ha ganado el corazón de todos.

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